La novela Barrio Palestina, especie de Ghetto asunceño, recrea un submundo, una judería muy peculiar. La novela Barrio Palestina, especie de Ghetto asunceño, recrea un submundo, una judería muy peculiar. El trasplante de los habitantes de Vilna, Varsovia y otras ciudades polacas a esta tierra tropical y folclórica (en el sentido paraguayo del término) produjo una situación de convivencia humana llena de dramatismo y nostalgia.
La autora, protagonista de las peripecias que describe y testigo de estas historias domésticas, está perfectamente capacitada para hablarnos de sus experiencias y vivencias, como de primera mano. Esta obra es, pues, fundamentalmente de índole testimonial y, de allí, el valor que tiene como obra literaria y como saga de las numerosas familias judías que vinieron a nuestra patria buscando la salvación. El famoso Barrio Palestina, así bautizado por sus inquilinos, con mucho acierto, era un microcosmos de aquellos villorrios de Europa Central, como Galitzia y otros sitios, alejados de los centros hegemónicos del continente.
Puedo escribir sobre Barrio Palestina con conocimiento de causa, pues viví gran parte de mi existencia (hasta los 20 años) en esa zona, en calles aledañas: Paraguarí, Fulgencio R. Moreno, México. Asistí a la famosa Escuela «República de México», del barrio (conocido como de turcos y judíos) donde tuve como compañeros de banco a los Karlik, los Morgenstern, los Paluch, los Fridman, y otros no menos famosos. Vivíamos en completo compañerismo y tranquilidad.
No sospechaba yo, en aquella época de mi infancia y adolescencia, las tragedias y problemas que aquejaban a estas desarraigadas familias, llegadas a estas tierras con traumas de toda especie. Me encontraba, en realidad, con gente ya asentada, ya recuperada de los pogroms y las persecuciones. El antisemitismo no existía, y solamente había la prohibición de no enamorarse de un «goi» y mantener cierto decoro religioso, cierta ortodoxia frente a los extraños. Conocía también, al grupo que se había instalado antes y que incluía a los Schwartzman, los Blinder, los Schifenbauer, etc. En fin, tengo recuerdos muy vívidos de la gente del barrio en cuestión, y creo que hasta me enamoré de algunas de mis vecinas.
Eran jóvenes exóticas con un ligero toque oriental, lo que las volvía muy atrayentes.
Pero, volvamos al libro que nos toca comentar. La novelista en ciernes, Susana Gertopan, a quien conozco muy bien, ya que en un tiempo fue mi alumna, tiene una especial facilidad para la narrativa. En efecto, en esta novela corta, describe la sicología de los personajes de una manera acabada y recrea maravillosamente la atmósfera que rodea a los mismos aquí ?en su nueva patria- y la de Polonia, de donde vinieron. Personajes como Féiguele, el rabino Elías, Moishele, los padres y las demás familias judías del conventillo, están descritos con gran simpatía y sencillez a la manera de precursores de este tipo de obra, como Aleichem, Singer y otros. Un lenguaje llano -no rebuscado- es el elegido para ambientar a los personajes. El estilo es, por lo tanto, directo -sin barroquismos de ninguna clase-. El conflicto entre los componentes de esta familia típicamente judía (con la «idi-she mame», el sionismo, el hassidismo, etc.) está presentado de manera, por momentos, trágica. La relación entre padres e hijos y de parejas está descrita con lucidez y espíritu crítico. La autora no se detiene ante ningún tabú. Presenta, inclusive, las dudas religiosas que padece el personaje principal ante la ortodoxia y su angustia existencial ante la persecución de su pueblo y los horrores del holocausto. En sentido estricto esta novela es un «Bildungsroman», porque describe la evolución caracterológica de un joven ante las circunstancias de la vida. Se plantea, además, el tema del sionismo, que produce rompimientos y roces ideológicos dentro de la familia. Al final, el héroe de esta historia opta por el deber patriótico que implica el viaje a Palestina, a luchar como sionista. La figura y la influencia de Teodoro Herzl, es aquí notoria, en términos de conflicto generacional.
Para terminar, debemos subrayar que Susana Gertopan ya es conocida en los medios literarios locales -como miembro del Taller Cuento Breve-, y como escritora de poemas desde hace tiempo. Por lo tanto, esta notable novela no viene sino a corroborar su vocación de escritora y su actitud testimonial ante sucesos y experiencias de importancia vital dentro de su historia personal, y la de muchos otros judíos en el exilio.
Osvaldo González Real