ESCENA I
RUIZ. ROMERO. PERALTA.
(Los dos primeros sin disfraz; el último con dominó y careta. Óyese a lo lejos la orquesta que toca vals.)
PERALTA ¡Aún no me habéis conocido
y os hablo en mi voz usual!
RUIZ Máscaras del sexo fuerte
no me excitaron jamás
deseo de conocerlas.
Vete y déjanos en paz,
o quítate esa carátula...
si es decente tu cara natural.
PERALTA Ea pues, basta de broma.
(Desatándose la careta.)
Vosotros sois de fiar...
Ego sum.
RUIZ Y ROMERO ¡Peralta!
PERALTA El mismo.
Ya me ahogaba el tafetán.
ROMERO ¡Tú en el baile! Pues ¿no estabas
de guardia en el Principal?
PERALTA ¡Más bajo, no me descubran
y lo sepa y me arreste el capitán!
Me retiré de la guardia
con un cólico mortal...
RUIZ ¡Maula!
PERALTA Por no dar un susto
a mi querida mitad,
en vez de marcharme a casa
viré de proa hacia acá,
y ¡qué dicha! el aire libre
de repente curó mi enfermedad.
Dejo en casa de un amigo
el traje de nacional,
y armamento y correaje,
que estorban para bailar;
el susodicho me presta
pantalón, chaleco y frac,
y provisto de un billete
alquilo por un duro este disfraz;
y pidiendo mil perdones
al servicio militar,
en este alcázar de Momo
cuélome pián, pián,
diciendo para mi sayo:
si había al fin de pasar
la noche en vela, ¡qué diantre!
mejor estoy aquí que en el Vivac.
ROMERO ¡Y tu mujer, solitaria
en el lecho conyugal!