A lo largo de sus cuatro años de vida, por lo menos una vez al mes, Javier había oído esa enigmática pregunta:
¿Tiene patitas?
La primera vez, Javier, todavía dormía en la cuna, porque, aunque él ya tenía edad para dormir en una cama, no había sitio en la habitación de sus hermanos mayores. Un día, desde su gran cuna oyó a su madre decirle a Enrique:
-¿Tiene patitas?
"¿Patitas?" ?Pensó desde su mullida cunita ? "¿Quién tiene patitas?" Saltó rápidamente por los barrotes, justo a tiempo para ver en el cuarto de baño a su hermano mayor, recogiendo la ropa del suelo, con el ceño muy, muy, muy fruncido.