Entre los manuscritos que le ha tocado en suerte revisar, todos ellos aspirantes a participar en un concurso de novela con membrete de filosófica, llega a manos de Luis, por cauce algo irregular, uno que, para su sorpresa, le ha sido destinado explícita y particularmente. A través de la lectura de esa narración fuera de concurso, Luis irá descubriendo no sólo un episodio fundamental en la vida de Federico, su amigo, ahora lejano, de la infancia, sino la determinación, el valor y la firmeza de Anamari, una mujer a la que Luis recordaba, sólo, como tímida, ausente y silenciosa.

Durante las tardes que pasa Luis dedicado a la revisión de los manuscritos, esbozados sus contenidos tras los títulos para no dejar al lector con las ganas de saber, van entrando y saliendo de su despacho diferentes personajes que, o por sus características o por las situaciones en las que aparecen o que provocan y de las que le hacen a Luis ser involuntario protagonista, ponen un contrapunto humorístico a la griega historia de Anamari.