La razón de haber escrito este relato, de unos personajes que no son reales, ha sido el entretener al que lo lea y entretenerme yo en estos meses que llevamos de pandemia, para tener la mente ocupada y olvidar, aunque solo sea por un rato, al maldito virus que nos ha tocado vivir. Este maldito virus está consiguiendo maltratar psicológicamente a todas las personas que no se ha llevado, habiéndose cebado con los de mayor edad, justamente los que peor lo han pasado en esta vida; siendo esta gente la que subió con su esfuerzo España. Y esto es debido, en parte, por la cantidad de jóvenes y no tan jóvenes que no respetan las normas, no queriendo privarse de todas las fiestas que están celebrando a costa de poder contagiar a sus mayores, ya que ellos juegan con la ventaja de saber que son más difíciles de contagiar, importándoles muy poco la población de mayor riesgo. No pensamos que han sido estos últimos quienes les han proporcionado todo el bienestar con el que cuentan en la actualidad. Que descansen en paz todas las víctimas de este maldito virus. Esperando que el número no se incremente mucho más, queriendo y deseando que sea efectiva la vacuna, Ángel.
Ángel Véliz Moya nació en Alcázar de San Juan en el año 1950. Es padre de dos hijos y abuelo de una niña, Sara. Está jubilado de Renfe, siendo los trenes su mayor entretenimiento, adora tanto a los de carbón como a los de nueva generación. Vive en Pinto, aunque visita con bastante frecuencia su querido pueblo.