Cuando hablamos de "discurso publicitario", en realidad, deberíamos hacerlo de "discursos", puesto que bajo el manto del adjetivo "publicitario" se albergan una serie de marcos interpretativos que apuntan en plurales direcciones. La publicidad como discurso estético, como discurso cultural, antropológico, actitudinal, social, persuasivo, modelizante, político, educacional, institucional e, incluso, moral; en suma, diferentes ópticas y enfoques de percibir el hecho mismo de fijar mecanismos de exultación comunicativa sobre la base hegemónica de la apropiación de signos icónicos y lingüísticos. La publicidad, en la actualidad, ya no puede ser entendida únicamente como un entorno de praxis, como tampoco puede ser percibida exclusivamente como una disciplina de reflexión académica. Ambas perspectivas, cada vez más, aparecen como frentes nada autónomos que están destinados a fusionarse y entenderse, de tal manera que, no podemos fundamentar ningún análisis sobre el fenómeno publicitario sin tener en cuenta su dimensión de acontecimiento expresivo creado para ser exhibido, programado y consumido a través de unos soportes y medios determinados. Dicho de otro modo, cualquier estudio sobre el fenómeno publicitario no puede ?al menos desde mi modesta opinión? efectuarse de espaldas a su dimensión performativa. Partiendo de esta base, es mucho más asimilable ?y asumible? el hecho de que sean los distintos "discursos," integrados dentro del macro discurso publicitario, los encargados de canalizar los diferentes esfuerzos investigadores que intentan explicar cada uno de ellos, como una realidad gestáltica que obedece al hecho singular de mostrar una cosmovisión de la realidad sígnica del consumo