Ana, hija de una familia acomodada de Bogotá, crece expuesta al turbio amor de su padre. La madre, maltratada y falta de amor del marido, la hace objeto de su frustración, no la protege de situaciones dañinas y se vuelve una madre acaparadora. Terminada la secundaria, su padre le impide estudiar en el extranjero y la utiliza para anunciarle a la madre que abandona a la familia. Ana rompe el contacto con él. Libre al fin entra a la universidad, queda embarazada y se casa. Pronto se divorcia para vivir sola con su hijo. En adelante saltará de un hombre a otro hasta que, se establece con quien la utiliza para escalar socialmente. Un día entiende: sus hombres son mera proyección de su padre. Decide zafarse de ese yugo. Busca al padre para reclamarle, pero él no recuerda nada y, después, le envía un documento revelador: su madre (quien la llamó puta por su embarazo) también estaba embarazada cuando se casó. El enfrentamiento con su madre es devastador. El hijo crece y vuela a estudiar a Boston. Ana se separa de su pareja, se va de vacaciones a Nueva York, decide cambiar su vida. Pero el destino se tuerce a su regreso, su padre ha quedado inválido. A pesar de la presión de su hermana, deja su trabajo, alquila su casa y se traslada a Montreal a hacer una especialización. Al poco del viaje muere su padre. Etienne, su nuevo amigo, la convence para ir al funeral a Bogotá. Esa muerte junta a la familia; ella se hospeda donde su hermana en quien descubre facetas desconocidas, y su madre retoma un papel más amable. De nuevo en Montreal su madre la llama por su cumpleaños y le pide perdón. Su relación de amistad y amor con Etienne se ve truncada, él debe irse por varios meses. Un inesperado viaje de Ana a París solidifica su amistad. Desea ver a su madre y viaja a Bogotá para fin de año. El anuncio de posible trabajo lejos de Colombia las enfrenta de nuevo. Tu padre tenía razón, dice su madre, sabía que no regresarías. Pero Ana no mira al pasado castrador y su hijo la anima a seguir siendo libre.
CAPÍTULO 1 El timbrazo la saca del sueño. Ana, con los ojos aún cerrados, estira el brazo con un movimiento torpe para apagar el despertador, pero al segundo repique exclama, Ay, no. Confundida, toma el teléfono y dice con desgano: ?Aló. Hace una mueca de ¿Y ahora qué? Al tiempo que escucha un: ?¿Ana? ? Ah, hola mamá. Bosteza. Da una mirada somnolienta al reloj, faltan diez para las siete.