"...Estela, sentada junto a su marido, apoyó su cabeza en el hombro de Esteban, aquel hombre sereno, manteniendo cogida una de sus manos entre las suyas, igual que una esposa enamorada. La naturalidad y la ternura que dejaba traslucir Estela eran alucinantes, y, con el cinismo como soporte, parecía importarle un bledo la presencia de Pablo. Como no podía ser de otra manera, Pablo se sintió incómodo y se enervó.
...dio comienzo a la sesión y las imágenes fueron sucediéndose una a una. En todas ellas iba apareciendo Estela en distintas poses, con distintas y escasas vestimentas, siempre bella, sensual y provocativa. Mientras la rutina sonora del proyector era el único ruido que rompía el silencio, con el auspicio de la semioscuridad, una mano de Estela se extendió hasta llegar a acariciar levemente uno de los muslos firmes de Pablo. Lo hizo con un movimiento escondido a la vista de su marido. Pero Esteban, que tenía la susceptibilidad viva a causa de su laberinto emocional, se percató de la osadía. Sintió la quemazón de los celos, comprobó la solidez de sus peores temores y la desilusión le abrazó, y, sin embargo, encubrió su desencanto con gallardía.
?¡Corten! Ha estado bien ? dije en voz alta y luego me dirigí a Esteban ? Cuando descubres que tu mujer acaricia a su amante, lo debes reflejar en el rostro... para ti es la confirmación de tus sospechas... ¿entiendes?
Esteban asintió, pero yo seguí argumentando pormenores de lo que debía estar sintiendo un marido engañado. Las palabras me fluían fáciles y convincentes porque era la descripción de lo que ocurría dentro de mi propio ser.
?Tú estás atrapado entre tus sentimientos y la realidad... y que ahora has comprobado que te es adversa ? concluí, con la seguridad que mi drama era casi idéntico al de Esteban.