Barcelona Enero de 2006 - Hola Papá, ¿Que tal estás? - Bien Princesa, un poco cansado, ¡a mi edad ya sabes!, pero bien. ¿Y tú, hija, que tal, como va todo, y Augusto? - Bien Papá, con mucho trabajo, o sea muy bien. Augusto también está bien, por cierto, te envía un par de besos. - Gracias Marta, dale muchos recuerdos y devuélvele esos dos besos. A ver cuando nos vemos, tienes a tu padre abandonado. - No Papá, no digas eso, prometo llamarte y salimos a cenar. Marta tenía la misma carita que cuando era niña, cuando era su pequeña Princesa como su padre solía llamarla desde pequeña; estatura normal, ojos grandes, dulces labios, bonita sonrisa, aire alegre y fresco, cabello liso, media melena y muy femenina. Se dieron dos besos. A Marta le acompañaba su hijo Over, que entró corriendo y se fundió en un abrazo con su abuelo. Aquel pequeño deportista había preferido subir corriendo por la escalera, retando al ascensor. - Bien, aquí os quedáis pareja. Me voy Papá, llegamos tarde y Augusto está esperando abajo con el coche mal aparcado. Over, portate bien, haz lo que te diga el abuelo, cómetelo todo e iros los dos.... a dormir pronto. Mañana por la mañana, sobre las diez vendremos a recogerte. Y eso también va por ti Papá, portate bien ... se abuelo educador y... ¡poca tele!. Lo dijo con un alto grado de ironía, sabiendo casi con certeza que no iban a seguir sus instrucciones. Abuelo y nieto se miraron con complicidad respondiendo ambos al mismo tiempo.