En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.... ¡Alto! No. Si pretendo que este escrito ocupe un lugar preferente dentro de la historia de la literatura, el comienzo ha de rayar a gran altura. Con un principio tan poco sugerente como el que inicialmente había elegido, es imposible que nadie pueda recordar eternamente este libro. Será mejor que comencemos de nuevo y esperemos que las musas de las letras me inspiren de mejor manera. Corría el 29 de febrero del año 1468 de la era de nuestro Señor, martes para mas señas. Esto está mucho mejor, un buen principio. El sol se alzaba tímidamente iluminando los yermos páramos castellanos. Los campos comenzaban a destilar una miríada de aromas que aturdían los sentidos. Del silencio emanó el canto estridente del gallo invitando a los moradores de la zona a despertar para recibir al nuevo día. Un cúmulo de sonidos siguieron a esta llamada. El asno rebuznó, la vaca mugió, el cuclillo verde desgranó en su gorjeo las primeras notas aún somnolientas y el ornitorrinco hizo... lo que quiera que hagan los ornitorrincos al despertar.