Sí, las catedrales son del pueblo. Y las iglesias parroquiales, también son del pueblo. ¿De quién van a ser? ¿De los señores obispos, arzobispos, por "primados" que sean y ejerzan, cabildos, canónigos, o de los párrocos, aunque hayan conseguido sus parroquias "en propiedad"? El papa Francisco proclama con devoción y fervorosamente la "desclericalización" y "desespicopalización" de las catedrales, es decir, de la Iglesia en general, de la que ellas son "santo y seña" monumentales y privilegiadas. Las catedrales las construyó el pueblo-pueblo. Con sus propias manos y con alguna que otra ayuda de los nobles y reyes. Con espiritualidad, devoción y piedad. Después, y como siempre o casi siempre acontecía y acontece, serían los obispos quienes las aprovecharían para ubicar en ellas sus sedes -cátedras- y, por fin, sus cenotafios o sepulcros propios o de sus familiares y amigos. ¿Serán propietarios de las catedrales los señores alcaldes y corporaciones municipales de los pueblos y ciudades democráticamente elegidos, o el Estado, cuya responsabilidad última ejercen con respeto y cuidado, al dictado de la libertad de culto y de los principios elementales de la cultura y del arte, que albergan y demandan? Las catedrales son del pueblo. Y el pueblo-pueblo elige a sus representantes legítimos. Las catedrales no se heredan. Ni se intercambian entre sí. Ni sirven para que en ellas se entrenen sus obispos, otras para que estos sean premiados, a consecuencia de los méritos contraídos en el ejercicio pastoral, porque sí o porque así lo quiere y le apetece al Nuncio de SS. en España. Fuera de España, y con toda legitimidad, las catedrales son propiedad del Estado. Y tal condición no obstaculiza su razón de ser "religiosa" y "lugar sagrado".