Uno, que es de letras, pensaba que los ingenieros, cuando se jubilan, tienden a apuntarse a jugar al golf y a comprarse todos los pertrechos necesarios para "hacer hoyos" en las mañanas soleadas. A José Antonio Alonso no le ha dado por jugar al golf ni al frontenis, que estos ingenieros humanistas emplean su tiempo libre, además de caminar cuando se tercia por cañadas y veredas, en cosas de provecho como orientar a los hijos en su desarrollo como emprendedores de nuevas energías, plantar nogales o aprender a cultivar encinas truferas en su pueblo. En este caso, se trata de Serón de Nágima, localidad soriana frontera entre Castilla y Aragón, con tierras de cereal y huerta, sin faltar, antaño, una mancha de viñas. Además de estas inquietudes nuestro paisano "teleco" va componiendo, a su modo y manera, una enciclopedia-cronicón, y hoy toca presentar su tranco séptimo de la colección titulada: "Serón de Nágima. Memorias de un pueblo soriano".