En la inmensidad cromática del Monasterio de El Escorial (Madrid), topamos con un fresco de Pellegrino Tibaldi que representa la escuela de Atenas. Allí, un miembro de la academia platónica y un maestro del estoicismo proyectan sus discursos a sus partidarios dándose la espalda con indiferencia y cierto aire de revancha. Alzan sus manos como ciñendo agudas espadas para convencer con discursos originados en dos modos de hacer filosofía: el teórico y el apegado a la vida. Como si de una metáfora de la situación actual se tratase, Filosofía Aplicada y Filosofía Universitaria (o académica) han elevado, en ocasiones, sus ballestas para lanzarse sus dardos envenenados. ¡Vanitas vanitatis et omnia vanitas! No eran conscientes de que la disciplina que las alimentaba, la Filosofía, se elevaba por encima de sus particulares beligerancias. Aquellos que han creído en el posible maridaje de las dos ramas del saber hemos respondido, con palabras y, sobre todo, con hechos, para demostrar que es posible que la Universidad y la Filosofía Aplicada se hermanen en un proyecto común. El contenido de este libro pone por escrito estos argumentos: explica los fundamentos metafísicos de la orientación filosófica dentro de las aulas de la Universidad de Sevilla, se recrea en la descripción del proyecto de consultoría filosófica en una universidad de la capital de Ecuador, describe el proceso de constitución del Programa de Acompañamiento Personalizado en el que filósofos y psicólogos colaboran en la Universidad Vasco de Quiroga (México), profundiza en la relación entre esta profesión, la política y la Universidad del Rosario (Colombia) y nos regala un anexo sobre la metodología del trabajo del grupo ETOR (Educación, Tratamiento y Orientación Racional), que comenzase su labor universitaria en el curso 1999-2000 y que, hoy, dispone del primer grupo de investigación oficial sobre la disciplina y de un Master Universitario.