Sabía su vocación con los niños, pero apenas ha dejado de sorprenderme y admirarme la disciplina con la que mi hermana desarrolla este "trabajo". Me he convertido, sin tener que decidir nada, en "tía de acogida". No sé si eso existe, pero soy la única de las cuatro hermanas a quien ningún asistente social ha visitado para comprobar idoneidad alguna. Para ser "tía de acogida" no se necesita, no se precisa preparación, no hay responsabilidad alguna. En cambio, cada niño que pasa por esta familia deja una pequeña huella en mi corazón. Algunos de los niños referidos en este libro no he llegado ni a conocerlos; tan corto fue el periodo de su acogimiento que no dio tiempo, pero estoy segura de que se llevaron una buena dosis de cariño concentrado en esos pocos días. Cuando alguien pronuncia la frase que da título al libro, ¿qué quiere decir exactamente? Si alguna vez me he sentido incapaz de hacer algo así, siempre ha sido porque pensé que no podría dedicar tiempo para cuidar de un bebé tras otro, que tenía demasiadas ocupaciones. Acabo de dar a luz a un inesperado hijo y ha resultado que sí que tengo tiempo. No lo tengo para otra cosa más que para él, pero para eso, tengo todo el del mundo. Imaginen que les ponen un bebé en brazos y les dicen que el pequeño depende de ustedes, de que le alimenten, de que le laven ... de que le quieran. Luego les dicen que, pasado un tiempo, vendrán a buscarlo y, seguramente, no volverán a verlo más. Seguramente le cuidarían, pero tal vez tratando de no crear vínculos con él, de negarle lo que más necesita, lo único que no iba a tener en un centro, amor y una familia. Espero que no. La otra traducción de la frase "yo no podría", la que más enorgullece a quién la dice, es la parte de la entrega, "no podría desprenderme de él, después de haberle cuidado durante un tiempo" Por eso, precisamente por eso, es tan valiosa, tan generosa, esta forma de actuar. Primero, te entregas tú, tu tiempo, tu vida, tu corazón ... Después, entregas a un niño que lleva ya una parte de ti, y que, sin él saberlo, la llevará siempre. Qué duro tomar la decisión de acoger a un niño sabiendo que se va a ir. Qué duro tomar la decisión de entregarlo en su momento. Creo que es mejor pensar que no hay nada que decidir; la decisión de cada acogimiento y cada entrega se tomó ya el día que Dios quiso que fuesen, familia de acogida temporal.
Eva M.ª Vázquez