Enamorada del mundo, enamorada de la vida De ese cielo azul intenso que con su fulgor intransigente nos rodea y nos convierte en seres felices, inevitablemente... De ese sol que nos calienta cuando el frío hace que nuestro corazón se encoja y nuestras ideas se vuelvan turbias, siniestras... De la luz de la mañana, de cómo va apareciendo tímida, discreta, inevitable; y del ocaso, con sus tupidas sombras... De las noches de verano, estrelladas, ardientes, y de tu voz, por encima de todo de tu voz y de esa alegría que es la mía, en cierta medida y para siempre. De los días que pasan lentamente, y de los años que nos vuelven mejores y más templados. Del recuerdo de lo que hemos pasado, sin rencores, sacando provecho de lo vivido, deseando contemplar cómo discurren las estaciones y cómo retornan los pájaros una y otra vez a los nidos que construyeron antaño. Dime, ¿es malo vivir y ser feliz? Debería ser lo suyo. Contemplar como las hojas son arrastradas por el viento e inundan los jardines en el otoño. Dejar que un pájaro nos abra su loco corazón y que una sirena nos hable... Volver a ser niño.