El abolengo de los Bancos populares y de las Cajas rurales hay que buscarle en Alemania.
Fue una verdadera desdicha que entre Schulze y Raiffeisen no se establecieran lazos de concordia y fraternidad, porque las energías y el tiempo que dedicaban a esterilizar la obra del adversario, invertidos en labor más noble y útil, hubieran acortado los plazos que fueron precisos para llevar al ánimo de las clases productoras de Alemania y de otros países el convencimiento de que en los Bancos de anticipos y en las Cajas rurales tenían la fórmula más adecuada para fomentar los hábitos de economía y ahorro, matar la usura y dar, lo mismo a modestos labradores que a los industriales de escasos medios de fortuna, elementos de prosperidad de que hasta entonces habían carecido.
A pesar de tratarse de un país tan progresivo, es lo cierto que Schulze tuvo que sostener una lucha titánica hasta conseguir que los Bancos de anticipos fueran reconocidos en Alemania como un gran faro en el camino de los adelantos económicos.
Los ignorantes, los envidiosos y los usureros pusieron a prueba en más de una ocasión la perseverancia de Schulze; pero donde este bienhechor de la Humanidad encontró mayores obstáculos que vencer fue en las tradiciones, a que tan aferrados se mostraban aquellos mismos por quienes sacrificaba fortuna, salud y tranquilidad.
Para hacer comprender a sus compatriotas que la independencia individual no podía conseguirse más que por, la unión de los modestos industriales, fueron precisas una propaganda incesante y una demostración práctica de la verdad que encerraban sus palabras.
Al empezar la obra, tantas veces bendecida por las clases menos acomodadas de Alemania, tuvo necesidad el ilustre sociólogo de hacer un trabajo muy escrupuloso de selección entre los que se mostraban entusiastas partidarios de los Bancos de anticipo, pues tenía el convencimiento de que el, éxito de la gran obra que iniciaba dependía principalmente del resultado que obtuviese en los primeros ensayos.
Sus previsiones se vieron cumplidas, y el tiempo y los sucesos se encargaron de proporcionar a Schulze, como premio a sus grandes servicios, la admiración y el agradecimiento de cuantos sinceramente se interesan por el mejoramiento de las clases sociales más desvalidas.
El movimiento cooperativo iniciado en Francia en 1848, con mejor deseo que acierto, sirvió a Schulze como campo de estudio donde pudo recoger muy útiles enseñanzas, que le valieron para salvar en su país los principales escollos que habían llevado al fracaso los idealismos de los revolucionarios franceses.