Las situaciones de emergencia, en una sociedad tan compleja y desarrollada como en la que vivimos, no se limitan exclusivamente a aquellas en las que se pone en riesgo inmediato la integridad física de la persona (salud y seguridad). El ciudadano de hoy solicita respuesta inmediata ante otro tipo de necesidades más complejas como es la pérdida de autonomía personal y la necesidad de protección social. En este sentido, nos encontramos que cada vez toma un mayor peso el concepto de emergencia social, entendida como aquella situación que puede desembocar en estados de vulnerabilidad y desprotección social, donde se hace necesaria una atención inmediata que mitigue, en la medida de lo posible, los efectos de una situación sobrevenida, proporcionando respuestas sociales que favorezcan el reestablecimiento de la normalidad y estabilidad social y personal dañada o incluso perdida a partir de la emergencia social acontecida. Cada emergencia supone un entramado multiproblemático y único que genera una serie de dificultades y en cuya evolución pueden aparecer otras nuevas, variar o desaparecer las inicialmente presentes, coexistir unas con otras, etc., requiriendo de una intervención psicosocial y/o sanitaria en coordinación con el resto de profesionales de la emergencia y respondiendo con recursos socio-sanitarios como medio de protección cuando sea pertinente.