Hoy he comprado el libro. Estaba expuesto en el escaparate de la librería por la que paso diariamente para ir a la oficina. Me había estado llamando poderosamente la atención su cubierta, en la que destacan unos ojos de extraordinaria belleza. Felinos es el título. Actuaba en mí como un reclamo que me obligaba a mirar, cada día, a mi paso por la tienda. Ahora sé que su autora es una mujer, desconocida para mí: Amanda Freire
Deseaba llegar a casa. Tengo necesidad de comenzar a leerlo.
Me instalo en mi butaca preferida, pongo los pies en el escabel y enciendo la luz directa. Me siento poseído por una magia desconocida al tiempo que me dispongo a vivir la historia que tengo entre mis manos.
Cojo mis gafas y leo:
Felinos, el anagrama de una editorial desconocida; una tercera página con una pequeña inscripción: ¿acaso has conocido alguna vez a alguien? Otra hoja con una dedicatoria, muy simple: A joseph, ¡vaya, qué casualidad!, Josep también es mi nombre. Me quedo demasiado sorprendido como para no estar impresionado.
Algo confundido, me levanto a preparar una taza de té. Regreso intrigado a mi butaca, impaciente por seguir leyendo: