Triunfo del amor y de la lealtad, día grande de Navarra. P. José Francisco de Isla En la festiva, pronta, gloriosa aclamación del serenísimo Católico rey Don Fernando II de Navarra y VI de Castilla, ejecutada en la real imperial corte de Pamplona, cabeza del reino de Navarra, por su ilustrísima diputación, en el día 21 de agosto de 1746. Escribióla el reverendísimo Padre José Francisco de Isla, maestro de teología en el colegio de la Compañía de la imperial Pamplona; y la dedica a su virey y capitán general el excelentísimo Señor conde de Maceda. (Edición corregida y aumentada con algunas piezas curiosas del mismo autor.) Dos palabritas del impresor, y léanse. El público ha hecho tanta justicia al mérito de este papel, que apenas se divulgó dos meses ha, así en esta corte como en muchas de las primeras ciudades de España, cuando se consumieron todos los ejemplares de la primera impresión. Esto sin embargo de los muchos que se repartieron gratis, de los cuales algunos también tocaron ingratis. Los demás que se vendieron, se estamparon a excusas de la obediencia, es decir, sin noticia del Reino, que encargó y costeó la obra; porque ya se sabe que los impresores, cuando se nos vienen a las manos estas cositas de gusto, siempre hacemos de las nuestras. Váyanse por otros muchos chascos que llevamos al cabo de la jornada, «o de las jornadas», en tantas ocasiones como imprimimos de nuestra cuenta «cosas que no están escritas». En la presente no ha sucedido así; porque hipan tanto por este papel, de todas las provincias y aun rincones de España donde ha llegado su noticia, que se asegura el despacho aunque se impriman millares, como ahora se ha hecho. Por rara casualidad llegó a mis manos la copia de cierta carta que escribió un señor arzobispo de estos reinos, de aquellos que más ilustran a las mitras que son ilustrados por ellas, en la cual se lee esta cláusula entre otras: «Todos cuantos en este gran pueblo la han leído (habla de esta obrilla) la exaltan hasta el cielo, y confiesan que en esta línea de escritos no han visto otro que con mucha distancia le iguale. Algunos sugetos conozco que ya que no podían quedarse con el papel, como todos deseaban, discurrieron el medio de hacerle proprio reservándole en su memoria, y con efecto lo lograron decorándolo perfectamente. Los demás que no logran tiempo o facultad para esto, gritan para que aquí se reimprima el papel; y creo que se hará así finalmente, si de ahí no vienen los ejemplares a cargas.» Esto se llama decir muchísimo en poco. y confieso que luego que lo leí abrí tanta codicia, como si dijéramos tanto ojo. Porque no se me anticipase otro me adelanté yo. Y ves aquí el verdadero motivo de esta reimpresión. En ella añadí dos piezas dignísimas de eternizarse en los moldes. Una es la discreta carta del erudito, sabio y juiciosísimo crítico Don Leopoldo Jerónimo Puig, bien conocido entre los literatos de España, con el motivo de la deshecha borrasca que se levantó contra este papel en la ciudad de Pamplona, y por recudimiento en muchos pueblos de Navarra; y otra es la carta que en acción de gracias escribió el autor del papel al mismo Don Leopoldo. En esta segunda carta se halla inserto un memorial que el autor presentó a la diputación del ilustrísimo Reino, tan nervioso, tan elocuente y tan enérjico, que según me han asegurado sugetos que tienen voto, vale este memorial tanto o más que el mismo papel. Léese en él una historia puntual, sincera, exacta, de todos los pasajes que intervinieron en su idea, en su resolución, en su formación y en su injusta increíble persecución, con la gracia particular de citarse por testigos de los principales hechos que en él se refieren, a la mayor parte de los diputados a quienes se presenta. De los otros hechos se citan a sugetos que están a la vista, y como dicen, a la mano, o cartas originales que se han exhibido a muchos, y se exhibirán a los que tuvieren curiosidad de leerlas. A vista de esta relación, que dentro de los límites de la fe humana no cabe cosa más cierta, se haría increíble la tempestad que se excitó contra el papel y contra su autor, si, como decía un discreto, no fueran más las especies existentes que las posibles; porque cada día se ven cosas que antes de palparse se tendrían por quiméricas. Insértase asimismo en dicha segunda carta la que escribió el ilustrísimo reino de Navarra al reverendísimo Padre provincial de la provincia de Castilla, en vindicación de su mismo honor, contra los que inconsideradamente le vulneraban, maltratando una obra que se había dispuesto de su orden, y no se había divulgado sin que precediese su examen y su aprobación; y de camino da el ilustrísimo Reino un honorífico testimonio del concepto que forma del papel y del sabio autor que le dispuso.