PRIMERA JORNADA
Salen LISARDA y NISE con mantos, y PATACÓN, vestido de camino
LISARDA: ¿Cuándo parte tu señor?
PATACÓN: Dentro de un hora se irá.
LISARDA: ¿No sabré yo dónde va?
PATACÓN: Aunque arriesgara el temor
de su enojo, lo dijera,
a saberlo, te prometo,
o por no guardar secreto
o por temer de manera
tu condición siempre altiva
que estoy temiendo, y no en vano,
cuando aquesta blanca mano,
por blanca que es, me derriba
dos o tres muelas siquiera,
como si tuviera yo
culpa en que se vaya o no.
LISARDA: ¿Tras el ausencia primera,
de que aun hoy quejosa vivo,
segunda ausencia previene?
PATACÓN: ¿Qué le hemos de hacer, si tiene
espíritu ambulativo?
El no puede estar parado.
NISE: Para reloj era bueno.
PATACÓN: Y aunque más se lo condeno,
es a ver tan inclinado
que, solamente por ver,
de una en otra tierra pasa,
siempre fuera de su casa.
NISE: Malo era para mujer.
PATACÓN: Pues nada a ti te pregunto,
calla, Nise; que es en vano
querer de mi canto llano
echarle tú el contrapunto.
NISE: Pues yo ¿qué digo?
LISARDA: Dejad
los dos tan necia porfía,
como veros cada día
opuestos; que es necedad
insufrible; y dime (¡ay cielo!)
¿dónde Federico está
ahora?
PATACÓN: Mientras que va
disponiendo mi desvelo
maletas y postas, él
salió; no sé dónde ha ido.
LISARDA: Pues ya que a verle he venido
donde mi pena crüel,
si algún alivio me deja,
a vista de olvido tanto,
sin que yo sepa qué es llanto,
llegue él a saber qué es queja.
Búscale y dile que aquí
estoy.