La presente novela es buena muestra de humor astracanado. También de las conductas caprichosas de los poderosos cualquiera que sea su ámbito de actuación. El lector encontrará en ella una parodia del proceder de personajes rurales perfectamente identificables en el contexto de la política nacional. Sus hilarantes episodios suceden en un escenario conocido por muchas personas que viven en núcleos urbanos menores. Las formas de la "pequeña" política, resultan extrapolables en la "grande". En todo caso reflejan la particular forma de entender el ejercicio de sus actividades por algunos hombres (y mujeres) públicos, electos o no. ¡Que Dios nos coja confesados! (Con perdón)
Los hechos que se relatan en esta obra pueden parecer disparatados, lo admito, como también los personajes y situaciones. No han ocurrido sino en la mente calenturienta del autor, pero cosas más abracadabrantes acontecen en esta y otras latitudes, basta con encender la televisión para comprobarlo. Ya me dirán si no son delirantes las actuaciones de muchos personajillos en cuanto les enfocan las cámaras. Políticos de cualquier nivel que cultivan tanto el odio como el ridículo. Países en los que un "pajarito" isleño, diminutivo incomprensible ya que se debería usar con toda propiedad el despectivo, susurra desafortunadas ocurrencias políticas al oído de su inmaduro sucesor. También están en la mente colectiva otros lugares como Etiopía, Siria o Corea del Norte en los que la crueldad de sus gobernantes pugna con su estupidez para llevar la desgracia a la vida de millones de personas. En los cerebros humanos se cuecen los guisos más insólitos y en la de los tontos más aún, lo que pone a prueba nuestra capacidad para el asombro y el disgusto, pero también nuestra compasión hacia las víctimas de tan desalmadas actuaciones.