José Antonio Utrilla se sentía cansado, muy cansado, cuando se dirigía a su vivienda. Las sensaciones de aquella noche eran de agotamiento total, agotamiento físico y anímico. No podía mantenerse en tal situación por más tiempo, pues de continuar así terminaría por enfermar si no estaba enfermo ya.
Pensaba en las circunstancias por las que pasaba en los últimos tiempos y era evidente como influían, para mal, según él, en su existencia. No debía continuar en la misma dinámica porque lo perturbaba, por desgracia, deteriorándolo demasiado. Tales planteamientos no eran nuevos, venían de lejos, pero su estado de inestabilidad de entonces era mayor y diferente, lo apremiaba en los últimos días para buscar una solución a través de un cambio.
La seguridad en si mismo aumentó y se hizo más sólida con la presencia de Ángeles en su vida. Compartir vivienda con ella fue determinante, aunque después sus tensiones anímicas aumentaron, también, y el enfrentamiento definitivo, con su pareja, se anunciaba próximo. Podía ocurrir en cualquier momento y las consecuencias eran imprevisibles, aunque él quería la permanencia.