Es hermoso que el poeta se acerque a la escena y desde allí convoque a la comunión artística como un conductor de almas y cuerpos. Es lo que hace Carlos d?Ors en este Retablo del Amar y del Desamar, una obra de Teatro Poético en dos actos. Y lo hace con un sugerente dramatismo romántico. El teatro, búsqueda, desenmascaramiento del ser y catarsis de la conciencia, es vehículo privilegiado para abrazar al otro, a la otra, y sentir con él, sentir con ella, el gozo y la tristeza de la vida.

En el primer acto, el amar abre la puerta. Con la llave de la voz poética de la palabra. Está el rapsoda/poeta que emite su angustia y el espectador/lector que recibe el correo temido, o deseado. Y la pausa, el descanso, la reflexión, para asimilar el pasado, paladear el sabor amargo de la anagnórisis. Fortalecernos ante la tragedia que se ha engendrado, y que se nos viene encima.

Y que llega en el segundo acto, el acto del desamar. Los sentimientos de la gran poesía del mundo salen a escena, entre el recuerdo y el olvido. La frustración, la ausencia, el fracaso, la lejanía, la desdicha, y todas las soledades desfilan ante el público, que sobrecogido recibe los disparos verbales de unos versos que son proyectiles dirigidos al infinito de los infinitos.

Y un final sin marcha atrás. Y la lectora/espectadora, el lector/espectador... se llevan su catarsis a su casa. Ha sido Teatro. Teatro Poético. Una tragedia. La del amor y el desamor. La de la Vida.

(del preámbulo de Ignacio Amestoy. Dramaturgo)